Nadie puede decir de este
agua no beberé, porque hijos, grandes hombres y mujeres se han malogrado a lo
largo de la historia y se han pervertido o contaminado por haber confiado
demasiado en ellos mismos. Yo, Jesús, os hablo.
Es por eso, hijos de Mi divino Corazón, que en Mi vida pública
os enseñé a estar velando y en oración para vencer la tentación. Por muy listos
que seáis y por confiados que estéis en vuestros criterios, aunque sean rectos,
Satanás es más listo y os tienta en los puntos más vulnerables para vosotros,
por eso hijos, todo lo que oréis es poco y siempre debéis proponeros de hacer
algún acto de oración o de adoración extra y mantener los que ya os habéis comprometido.
Yo, Jesús, os hablo.
Sed listos, astutos como serpientes,
porque la serpiente maldita os tratará
de inocular su veneno una y otra vez. Ella no se cansa de tentaros, es su
oficio y lo hace muy bien, por eso hijos, la oración es para vosotros una gran
coraza que os mantendrá unidos a Mí como un bebé se mantiene unido a su madre
por medio del cordón umbilical. Tenéis que orar a menudo y hacerlo en las
debidas disposiciones, sin distraeros, sin dejar correr la imaginación, y sin
dejar de entrar en el rato de oración preocupaciones, porque si no lo hacéis así, no oiréis las mociones de Mi Santo Espíritu,
que presto está a acudir al alma que se pone en oración y lo invoca para que le
dé luz y sabiduría. Yo, Jesús, os hablo.
Hijos Míos, si vine a la Tierra
no solo fue para morir por vosotros y libraros de la muerte eterna, sino
también para instruiros en los mejores medios y caminos para llegar hasta el
final de la meta, con las batallas ganadas que se os presentaran una y otra vez
en la vida. Yo, Jesús, os hablo.
Mi Madre luchadora invencible
y con la que no pudo Mi enemigo mortal, os ayudará en vuestro peregrinar. Ella
es la gran mediadora de las almas ante Mí (1) como Yo el gran mediador ante Mi Padre. Pero todo el Cielo Ángeles y
bienaventurados, desean vuestra salvación y si los invocáis pidiendo ayuda,
ellos no os la negarán, aunque muchas veces no veáis inmediatamente los
resultados. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo. Paz a todo aquel que leyendo
este mensaje lo cree y lo pone en práctica.
(1) Concilio Vaticano II, “Const.
Lumen Gentiun”, 60.