No, alma Mía, no, no quiero guardar silencio a lo que Yo hice por la salvación de las almas y hago cada día, porque sigo ofreciéndome cada día en el Sacrificio Eucarístico desde que sale el sol hasta el ocaso, y cada día en la Santa Misa Me inmolo por el bien de la Humanidad pecadora y pervertida por tantos errores y costumbres pecaminosas.
Yo Soy el Salvador de las almas, de todas en general y de cada una en particular. Yo os salvo con inmenso amor si vosotros, almas queridas, os dejáis salvar. Pero no todas las almas Me abren sus puertas porque Me ponen férreos cerrojos que Me impiden entrar para llenarlas de paz, de amor y alegría. Los cerrojos del vicio, de la apostasía, de la desidia, de la indiferencia, de la apatía, de la tibieza. ¡Son tantos los cerrojos que ponen en sus almas! que ni siquiera Yo que Soy Omnipotente puedo entrar, porque respeto la voluntad de cada alma y la decisión que tome. Aunque estén equivocadas no obligo a nadie a que Me deje entrar en su corazón, pero a todas llamo, a todas busco, a todas deseo tenerlas y sanarlas de tantas heridas como tienen y que les hizo el pecado. Así una y otra vez sin recibir nada a cambio, van pasando los días, los meses y los años y las almas se pierden porque no quieren nada Conmigo y les avergüenza llamarme y decirme ¡Jesús, ven y sálvame! Yo, Jesús, Vuestro Salvador, os hablo.
Soy un Dios inmutable. Soy siempre el mismo pase el tiempo que pase, hagáis lo que hagáis no Me inmuto, no cambian Mis sentimientos, por eso, hijos Míos, almas de Mi Divino Corazón, si algún día, aunque sea lejano, Me llamáis y Me pedís ayuda, Yo os la daré con todo Mi amor, sin reproches, sin rencores, sin vacilaciones, porque Yo Soy la Verdad y la Perfección plenas y en Mí no hay carroña como en vosotros que perdonáis a los que os hacen mal con condiciones, no hijos, no, porque la única condición que os pongo es que Me dejéis obrar a Mí. Yo, Jesús, os hablo y os asesoro. Mi paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo cree y lo pone en práctica.