Hijos Míos, la lucha
entre el bien y el mal será hasta el final del mundo. Yo, Jesús, os hablo.
El mal existe en
dimensiones atroces, tanto, que si supierais hasta donde llega el mal y a quien
alcanza, os costaría creerlo. Me refiero hijos al mal de pecados y obscenidades,
de maldad, de toda clase de crímenes y violencias. Pero hijos, como no os quiero desalentar,
también os digo que el bien es también inmenso, pero el bien no lo veis porque
no hace ruido, porque se practica solo bajo Mi mirada, porque no tiene afán de
protagonismo. Yo, Jesús, os hablo.
Haced el bien en
cualquier momento que se os presente, no rechacéis ninguna ocasión de hacer el
bien: en el trabajo, en la familia, en
las relaciones personales de amistad, en todo momento, porque hijos, hacer
un bien trae otro bien, da buen ejemplo y edifica a la persona que lo recibe.
No tengáis ningún interés personal en hacer el bien, hacedlo desinteresadamente,
esperando solo de Mí la paga correspondiente y, ni siquiera lo hagáis por Mi
recompensa, solo por darme gusto y ayudar a vuestros hermanos con los que
convivís. Yo, Jesús, os hablo.
El sacerdote que haga
algún bien sea de la índole que sea, si busca el bien del alma de a quien se lo
hace, o Mi propia gloria, ese sacerdote será bendecido eternamente, pero ¡ay de
aquellos que hagan el bien solo por ganarse simpatías de sus feligreses o de su
compañeros de ministerio! Hijos, el bien debe hacerse con rectitud de
intención, con honradez, sin poner como condición los intereses propios. Sí,
hijos, sí, ese es el bien que salta a la Vida Eterna y que Yo bendigo con
creces en todos los aspectos. Yo, Jesús, os hablo.
Por tanto, hijos Míos, hijos de Mi divino
Corazón, practicad en todo momento el bien que podáis, y devolved siempre bien
por mal, porque en eso tienen que conocer
que sois hijos de Dios, hijos de la luz. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo, Paz
a todo aquel que leyendo este mensaje lo cree y lo pone en práctica.