Hijos Míos, aunque el mundo os negara, aunque vuestras
mismas familias os rechazaran, aunque nadie, nadie os quisiera ni mirar, Yo, Espíritu
de Dios, no os dejaré ni un solo instante, porque Dios Altísimo os ama y no os
deja ante nada, ni ante nadie. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Nadie llegue a creer que su Dios se olvidó de él,
porque eso es el mayor de los desatinos. Dios no olvida a su obra creadora, no
olvida a sus almas, y el que dio hasta la última gota de sangre por ellas, no olvidará
nunca a ningún alma, sean buenísimas o no lo sean, porque Dios ama sin
condiciones y ama infinitamente. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Sois vosotras almas de Dios quienes Nos olvidáis,
quienes os alejáis de Nosotros. Tan pronto tenéis tribulaciones, pruebas o contrariedades,
llegáis a creer -incluso- que no existimos. Pero, no, hijos de Dios, no, la Santísima
Trinidad, cada una de las Personas y las
tres unidas, aman a las almas con amor sin inmutabilidad. Estas divinas
Personas no se mudan, Ellas no cambian de sentimientos, Ellas os aman y os
amamos sin límites, ni condiciones, pero vosotros no queréis aceptar nuestras
gracias, ni poner nada de vuestra parte para vuestra santificación, porque significa
esforzaros y queréis que toda la labor la hagamos Nosotros y eso no sería
justo. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
No os desalentéis bajo ningún concepto si las cosas se
os ponen feas por ser católicos, por ser seguidores de Cristo, ya Nosotros
sabemos que eso llegará y si bien no todos padecerán persecución, muchos la
padecerán de una forma u de otra, pero Nosotros la Santísima Trinidad, os
daremos las gracias necesarias para que soportéis todo, no solo pacientemente
sino hasta gozosamente, porque Dios es el mejor de los padres, el que de verdad
os ama, y lo hace sin miramiento de razas, ni condiciones sociales, si bien
unos reciben más que otros, es por su correspondencia a la gracia, porque cuando
una gracia se aprovecha viene otra y otra y otra, pero cuando se malogra se
retienen otras muchas, porque no correspondéis al llamado del Cielo. Yo, Espíritu
de Dios, os hablo.
Invocadnos a menudo, no solo cuando vais a la oración
u os ponéis a rezar, hacedlo a lo largo del día, con actos de amor, de
alabanza, de bendición, y veréis que
como al vivir en el recuerdo diario de la Santísima Trinidad, las cosas cotidianas
se santifican y se os hacen mucho más llevaderas y gozosas. Yo, Espíritu de Dios,
os hablo. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo cree y lo pone en práctica.