¡Jóvenes! hoy Me dirijo a vosotros para deciros que
debéis reflexionar y cambiar de vida. La vida no es siempre como la juventud,
llena de ilusiones y de perspectivas, con proyectos que tenéis para el futuro.
La vida tiene días buenos y días malos, días claros y días oscuros, y esta es la ley del ser humano, porque nadie puede decir que su vida estuvo toda entera sembrada de rosas, y tampoco nadie puede decir que su vida toda entera fue un sendero de espinas. Yo, Jesús, os hablo.
La vida tiene días buenos y días malos, días claros y días oscuros, y esta es la ley del ser humano, porque nadie puede decir que su vida estuvo toda entera sembrada de rosas, y tampoco nadie puede decir que su vida toda entera fue un sendero de espinas. Yo, Jesús, os hablo.
No seáis como el joven rico que
pudiendo aspirar a más y poder llegar a
un alto nivel de santidad, se conformó con la vida que llevaba a pesar de que
tuvo la oportunidad de llevar un vida de más entrega a Dios. Yo, Jesús, os
hablo.
Sed responsables con vuestros
deberes, no solo con los estudios que hacéis sino con vuestras familias, con
vuestras habitaciones que debéis tener ordenadas, con vuestras amistades que
debéis ser leales, en vuestros trabajos
que debéis ser honrados y puntuales. Si, hijos si, sed responsables en vuestra
juventud y tendréis una vejez llevadera y gozosa puesto que el bien que hagáis
y la responsabilidad que cumpláis, será la cosecha que luego tendréis en la
edad senil. Yo, Jesús, os hablo.
Sed también responsables con
vuestra fe, y como bautizados dad culto
a vuestro Dios, el único y verdadero Dios. Que El no aparta su mirada de
vosotros, pero vosotros tampoco debéis apartaros de Él, y dadle lo que le
corresponde por ser Dios y Señor de todo lo creado. Y lo mismo Conmigo vuestro
Redentor, que os saqué de la esclavitud del pecado con Mi Preciosísima Sangre
para que vosotros podáis con la vida de la gracia alcanzar la Vida Eterna que
es el fin para el que estáis creados, para gozar de Dios eternamente en la
gloria celestial.
Sed chicos y chicas de vestir decentemente,
de gestos y maneras educadas y refinadas, no seáis horteras, ni habléis
ordinariamente ni con groserías, mucho menos con blasfemias. Que dejéis una
huella en vuestras vidas y que quienes os traten se queden motivados y
edificados por vuestras buenas y santas costumbres, y por vuestras reglas de
urbanidad. Por tanto, hijos Míos, aplicaros esta lección
que Yo Vuestro divino Maestro hoy os recuerdo, que aunque ya la conocíais, es
una lección que debéis recordar asiduamente. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo.