A Dios lo que es de Dios. Yo, Jesús os hablo.
Hijos Míos, cuando dais a Dios lo
que por ser Él quien es le corresponde, estáis dando al Ser más grande y más
santo que existe, y por tanto, esos dones que le dais sean en oración, en
sacrificio o en limosna, no os pueden traer nada malo, porque Dios es un Ser
que todos Sus atributos están en plenitud y es un Bien infinito. Por eso, todo
lo que hagáis por El redundará en beneficio de vuestras almas y vuestras
familias. Yo, Jesús, os hablo.
Es lo mismo que si empleáis vuestro capital en inversiones económicas, si invertís bien, recogeréis intereses y ganancias, si invertís mal, perderéis lo invertido. Quien invierta su tiempo, fuerzas y vida en servir a Dios de todo corazón, deseando que Su Reino venga y sirva a las almas esa inversión, no podrá traerle nunca frutos malos, porque quién invierte su vida en Dios la cosecha será bendita. Yo, Jesús, os hablo.
Es lo mismo que si empleáis vuestro capital en inversiones económicas, si invertís bien, recogeréis intereses y ganancias, si invertís mal, perderéis lo invertido. Quien invierta su tiempo, fuerzas y vida en servir a Dios de todo corazón, deseando que Su Reino venga y sirva a las almas esa inversión, no podrá traerle nunca frutos malos, porque quién invierte su vida en Dios la cosecha será bendita. Yo, Jesús, os hablo.
Eso no quiere decir que ya no
tengáis pruebas, ni enfermedades o sufrimientos, quiere decir que si todo se lo
ofrecéis a Dios, el fruto de esa donación altruista lo recogeréis vosotros
mismos, porque Dios no se deja ganar en generosidad, y todo os lo devuelve
centuplicado. Vosotros no veis Su intervención
la mayoría de las veces, porque si la intervención es exterior si la veis, pero
si es interior no veis como en vuestras almas crecen las virtudes y la vida de
la gracia. Pero el que no la veáis no quiere decir que Dios no obre, El se oculta cantidad de veces para que vuestra
fe tenga más mérito. Cuando Dios realmente paga sin ocultarse es en la otra
vida, pues si todo lo vierais en esta vida os relajaríais y no os esforzaríais
en seguir caminando con la luz de la fe. Yo, Jesús, os hablo.
Por tanto, hijos, ya veis que
vine a la Tierra como un indefenso Niño y los que me contemplaron no veían en
Mí otra cosa que un Niño normal, y sin
embargo, era Dios, porque se ocultó Mi divinidad a la vista de Mis contemporáneos. Pues así hijos, pasa en vuestras almas, que del bien que hacéis no veis sus frutos en
vuestro interior, pero la bondad de Dios os retribuye cuando vosotros le dais a
Él lo que por ser Dios le corresponde. Yo, Jesús, os hablo. Paz a todo aquel
que leyendo este mensaje lo cree y lo pone en práctica.