Las grandezas terrenales no son nada en la otra Vida, y todo aquel que acaparó riquezas, honores, mansiones y títulos, para nada le servirán en la otra Vida, porque al Cielo entra un perfil de persona muy diferente.
Entra aquel que se humilló, aquel que soportó marginación y tribulaciones, aquel que tuvo paciencia en las contrariedades y paciencia en las persecuciones o críticas. Aquel que desoyó la voz de Satanás para vengarse del mal que le hicieron o para odiar a quienes se lo hicieron. Aquel que pasó de rumores y juicios del mundo y se acogió a los juicios de Dios. Aquel que todo lo esperó de Mí, Dios y Señor del Universo. Aquel que hizo de la pobreza y de la carestía su riqueza. Aquel que no se amó a sí mismo y se tuvo en poco ante Mí y ante los hombres.
Sí, hijos, sí, este es el perfil de los que entran al Cielo, porque Mis valores no son los vuestros. Pero hijos, también al Cielo entra el que pasó toda su existencia pecando y al final reconoció su mala vida y se volvió a Mi misericordia. El que a punto de expirar reconoce el tiempo que perdió y que sus manos están vacías. Aquel que en el lecho de muerte llama a Mi Santa Madre que es también la Suya. Aquel que padeciendo temores y agonía los ofrece para su reparación y los acepta resignadamente.
Al Cielo no entra el soberbio, ni el erudito que confío en su ciencia y menospreció la Mía. Al Cielo entran almas que en esta vida no eran nada pero que al unirse a Mí se hicieron fecundas y dieron mucho fruto. Porque hijos, la perfección (santidad) está en trabajar en unión Conmigo y en amarme por encima de todas las cosas y no ser muy listo y tener muchos reconocimientos socialmente. Yo, Jesús, os hablo.
Quien está unido a Mí y vive según Mis cánones, ese da fruto y lo da en abundancia y Mis Ángeles recogerán su cosecha para presentársela a Mi Padre Eterno. Yo Soy Jesús de Nazaret y Soy el que era en Mi vida terrenal, lo mismo ahora que antes, solo que ya estoy glorificado, pero Mis cánones son los mismos: anda hijo, vende todo cuanto tienes, dalo a los pobres y sígueme, Yo os digo: hijos Míos, renunciad a todo lo que sea alimentar vuestro orgullo o amor propio y ofrecedlo para el bien de las almas y tendréis un tesoro inigualable en el Cielo, porque Yo Jesús, pago muy bien a aquel que se niega a sí mismo y pone su corazón solo en Mí y en el bien de Mi Iglesia y de las almas. Yo, Jesus, os hablo.