Que dolor tan grande es para los familiares cuando se marcha un ser querido y saben que en esta vida no volverán a verlo más. Pero hijos, el tiempo de alejamiento es muy corto, comparado con lo que es la eternidad que no tiene fin. Yo, Jesús, os hablo.
La ausencia
de un ser querido deja un vacío en el alma y en la vida. Se le echa de menos,
se le recuerda en determinadas fechas, en sus enseres, en sus dependencias, en
su butaca, todo mueve al recuerdo de ese ser que se ha ido y que hubierais
querido retenerlo más. Pero cuando Dios se lleva a un ser querido y nunca os
viene bien que se vaya, es por su bien, por el bien de su alma que pretende que
se salve y no vuelva a caer en tentación ni en estados pecaminosos. Yo, Jesús,
os hablo.
Yo veo
cuando un alma ya está preparada para la Vida Eterna y Me la llevo, (1) porque lo que deseo es tenerla eternamente en Mi
Casa al igual que a vosotros. Hijos, Mi sabiduría supera con creces vuestro
entendimiento, es infinita y vuestro entendimiento es muy limitado, pero aun así
la fe que tenéis en Mí y en Mi doctrina, os hace creer que lo que dispongo es
lo mejor para el bien del alma. Yo, Jesús, os hablo.
Sea
vuestro consuelo para ese ser que se os ha ido y que no podréis compartir
comidas con él, ni reuniones familiares, ni tertulias, la oración como sufragio
a esa alma que ha partido y que se siente ya incapacitada para merecer. Por eso,
ahora debéis de ofrecerle sufragios, con ayunos,
penitencias y oración para que se purifique cuanto antes y su belleza sea
muy grande a la vista del Padre Celestial. Como ella ya no puede merecer,
vosotros podéis ayudarla en su purificación con vuestros sufragios y el amor
con que lo hagáis. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo. Paz a todo aquel que
leyendo este mensaje lo cree y lo pone en práctica.
(1) Se refiere a
las almas que están en comunión con El.