En el crepúsculo de
vuestra vida se os pedirá cuentas de cómo habéis empleado vuestro paso por el
mundo. Yo, Jesús, os hablo.
Hijos Míos, no seáis
necios, que sabiendo como sabéis que en el ocaso de la vida Yo me llevo a
tantas almas que ya cumplieron con sus días previstos para su existencia,
seguís viviendo en pecado, en rencores y en deseos frívolos y superficiales, que nada tienen que ver Conmigo. Yo,
Jesús, os hablo.
Muchos tenéis signos
más que suficientes para saber que vuestra partida de este mundo se producirá
pronto, y sin embargo, os apegáis a la vida queriéndole sacar el mayor partido
a todo y descuidáis vuestra alma al máximo. Hijos, sabiendo que pronto os
llamaré, enmendad vuestras almas,
recordad la parábola del administrador infiel (Lc 16, 1-10) que sabiendo
que su amo lo echaba, trató de hacer méritos para granjearse amigos. Yo, Jesús,
os hablo.
Vosotros no os
preocupáis estando a punto de partir. No os preparéis para la partida, no
hacéis ni méritos, ni penitencias. Muchos ya con enfermedades terminales y aun
así la ceguera que tenéis es increíble. Yo, Jesús, os hablo.
Os doy la oportunidad
de enmendaros por los signos que ya
tenéis de vejez y enfermedad y no los
sabéis aprovechar. Una idea fija os ciega, ¡vivir! Y vivir bajo cualquier circunstancia,
sin recordar que la vida no termina sino que se transforma para los que creen
en Mí, y también se transforma para los que Me rechazan pero en una muerte
eterna. Yo, Jesús, os hablo.
No Me pidáis tanto la
salud del cuerpo, pedidme mejor la del
alma. Si tenéis bien el alma soportareis mejor las limitaciones y la enfermedad
del cuerpo. Por tanto, hijos de Dios,
haced penitencia, confesad, orad, aceptad lo que estáis padeciendo y Yo Me
conmoveré por vosotros como Me conmoví por el buen ladrón. Yo, Jesús, os hablo
y os instruyo. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo cree y lo pone en
práctica.