Hijos Míos, los que
Me tratáis, sabéis muy bien en la situación terrible que se encuentran miríadas
de almas. Erradas, anegadas en el pecado, con criterios erróneos, y lejos muy
lejos de la salvación. Por eso, hijos, esas almas que son vuestras hermanas, y
a las cree con tanto amor como a vosotros, debéis ponerlas ante vuestra oración
una y otra vez, sin cansaros de hacerlo.
Rezáis por los problemas de vuestros familiares y
los propios, rezáis por muchas cosas que os encomiendan, hoy Yo os pido que
recéis por las almas que están tan lejos de la salvación eterna, y junto a
ellas arrastran hijos, amistades y familiares.
Yo, Jesús, os hablo.
Hijos Míos, Yo di por esas almas la vida y toda Mi Sangre.
No perdoné un solo sufrimiento por ellas, y como ahí también estabais vosotros,
Yo pedí por todos a Mi Padre Celestial para que su misericordia os alcanzara.
Yo, Jesús, os hablo.
Vosotros rezáis alguna vez por los pecadores, por
esos gobernantes que lanzan y aprueban esas leyes contra Mis mandamientos, pero
¿quien estaría dispuesto a dar su vida y su sangre por ellos?
Hijos, necesito almas victimas, almas que se
ofrezcan en comunión Conmigo por los pecadores, por esos pecadores empedernidos
que solo un milagro de la gracia los puede salvar, no porque Mi Padre no les de
la gracia para convertirse, sino porque ellos tan arraigados en sus vicios y pecados, cada vez se hunden más
en el fango. Uníos a Mí hijos, y dad vuestra vida por ellos, vuestros sufrimientos,
vuestras penitencias, necesito que se les ame y que se Me presenten asiduamente
en la oración. Yo, Jesús, os hablo.
Hijos, sed generosos con vuestros hermanos
pervertidos, que ya veréis en la gloria celestial el bien tan grande y la dicha
que es que un pecador se salve. Ya veréis cuantas almas se salvaron por la
generosidad de otras que se ofrecieron por ellos a Mí para que se convirtieran.
Yo oigo muy bien esa oración que Me hacen por las almas extraviadas, esas que
os repugnan porque sus vicios y maldad son inmundos, pero espero de vosotros
esa generosidad en unión a Mis sufrimientos redentores. Yo, Jesús, os hablo y
os instruyo. Paz a todo aquel que
leyendo estos mensajes los cree y los pone en práctica.