Sacrilegios y más sacrilegios se
cometen a diario en Mis parroquias y Mis párrocos ni se inmutan. Yo, Jesús, os
hablo.
Hijos Míos, que vilmente defendéis
Mis intereses y que mal guiais a las almas. Sabéis de sobra que comulgan
sacrílegamente y lo permitís con toda libertad. No pretendo que los avergoncéis
en el púlpito declarando que no deben comulgar, pero sí que lo hagáis a solas,
sin temor a perder la amistad de ellos, porque más vale perder su amistad que
la Mía. Yo, Jesús, os hablo.
Tampoco pretendo que los amonestéis
con prepotencia, ni soberbia, hacedlo con mucha misericordia y dulzura,
tratando de que vean los errores de su forma de actuar, y de que vean y
comprendan que esos caminos son carne del abismo infernal. Por eso, buscad en
las lecturas donde se habla de esto y presentádselas, y si no os escuchan e
incluso os atacan, vosotros habéis cumplido con vuestro deber sagrado y más
vale perder a esos feligreses que perder el alma. Yo, Jesús, os hablo.
Sed consecuentes Conmigo y con
vuestra fe católica. Sed valientes, Mi Santa Madre os ayudará. Poned en las
parroquias octavillas que informen acerca de la comunión sacrílega, y Mi Santo
Espíritu hará el resto. Pero hijos, sacerdotes Míos, no seáis reos de la
perdición de las almas y poned lo que a vosotros os competa. Yo, Jesús, os
hablo.
Ser sacerdote no es un trabajo
cualquiera es una vocación, y debéis de ser valerosos y tratar de que en
vuestras parroquias se cumplan las normas litúrgicas adecuadamente, y el
respeto al Templo y lo sagrado. ¡Esos móviles! que suenan siempre en la celebración Eucarística. Esas
vestimentas que provocan a los que asisten a Misa. Todo esto lo debe denunciar
el párroco ¿o pretendéis que un Ángel baje del Cielo y lo haga? Introducid la
buena semilla en las homilías, sin hacerlas pesadas ni alargándolas demasiado,
y predicad todo lo que Yo prediqué, adaptado a vuestros tiempos, pero sin
variar lo esencial, ni quitar, ni poner nada. Porque Mi Evangelio es para
siglos y siglos inmemorables, no solo para una época determinada. Yo, Jesús, os
hablo.
Y si teméis a vuestros obispos más debéis
temerme a Mí que Soy el que os juzgará. Si un obispo os llama la atención por
ser un sacerdote de Dios, ¡ay de él! más le valdría no haber llegado a ese cargo.
Yo, Jesús, os hablo y os aviso. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo
cree y lo pone en práctica.