Junto con el Padre y el Hijo Yo, Espíritu de Dios, vivo en estrecha unión. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Adentraos, hijos de Dios, en el Misterio sublime y único de la Santísima Trinidad , que aunque no lo entendáis, gustad de El y del amor infinito que Nos profesamos, porque hijos, ese amor sin igual es el que os santifica a vosotros, ya que lo derramamos en las almas que Nos aman y que Nos son fieles constantemente. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Hoy día en este mundo materializado que solo se vive por y para los sentidos, en que las cosas espirituales no cuentan para nada, en que solo se gusta de lo material, pensar en un Misterio tan trascendental como éste no se entiende, porque las personas están animalizadas, dominadas por toda clase de concupiscencias, entregados y esclavos del vicio y, deciros que penséis en el amor sublime e infinito que las tres Personas Divinas Nos profesamos, es algo que no solo no entendéis, sino que os produce rechazo, porque quienes viven al ras del suelo no pueden entender los altos vuelos de la mística y, hasta se mofan de estas cosas que creen que son cuentos de curas e invenciones de la Santa Madre Iglesia.
¡Oh hijos de Dios! que dimensiones tan terribles ha tomado el pecado, es el rey de esta sociedad, impera en todos los colectivos y almas de todas las edades. El mundo es un verdadero estercolero, pero vosotros, hijos de Dios, no pensáis en meditar y gustar de los sublimes misterios de vuestra fe. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Pero ¡ay de quien desperdició su fe católica para darse a toda clase de bajezas! ¡Ay de ellos! Porque cada cual recogerá según su siembra y el pecado no puede tener frutos buenos, por tanto, estad preparados para toda clase de tribulaciones personales, que muchas, muchas serán consecuencia de vuestros malos pasos y de vuestro rechazo a Dios Altísimo. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
¡Ay de vosotros sacerdotes! que vivís cómodamente en vuestras butacas y nos os preocupáis de la salvación de las almas, ni siquiera las que tenéis encomendadas. ¡Ay de vosotros! Vosotros que no perdéis los programas de TV y leéis las noticias pero no os importa nada que en vuestras Parroquias haya moribundos, algunos de vida censurable y no les habláis de Dios y de Sus juicios y de la confesión de los pecados. ¡Ay de vosotros! Como malogréis la salvación de las almas, os digo que la justicia de Dios se hará notar incluso en esta vida placentera que vivís, porque quien es mal pastor para las almas, sus propias ovejas lo despedazaran en el juicio de Dios. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os advierto. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo pone en práctica.