Hijos Míos, hijos de Dios, ¿habéis alguna vez
reflexionado en condiciones de lo que significa ser hijo de Dios? Vosotros que elogiáis
y a veces hasta envidiáis a los que son hijos de los poderosos de la Tierra, no
os dais cuenta que vuestra dignidad es mucho más grande que cualquier otra,
porque sois hijos de Dios y como tal debéis de responder a esta sociedad pecadora, pervertida y corrupta. Yo, Jesús,
os hablo.
Vosotros
bautizados, los que formáis parte de la Iglesia Católica sois hijos de Dios y
eso es un don que no sabéis apreciar, y hasta os aburre que se os recuerde porque
lo olvidáis constantemente, algunas almas ni siquiera lo han reflexionado una
sola vez en su vida. Por eso, sacerdotes Míos, sacerdotes de Mi divino Corazón,
hablad en vuestras homilías, en vuestras charlas sobre esto, enseñad la
importancia de ser hijo de Dios y también la responsabilidad, porque todo aquel
que esté bautizado tendrá que responder como tal y se le juzgará según su dignidad
y su lugar en la Iglesia Católica.
Y
porque Dios es vuestro Padre y será quien os juzgue, debéis de estar preparados
y responderle en la vida como hijos, que si bien tendréis fallos y caídas, El, que es Padre, lo tendrá en cuenta y usará de Su
benevolencia. Yo, Jesús, os hablo.
No
juzgará Dios vuestras caídas, sino las veces que intentasteis levantaros y os esforzasteis
en no caer. Dios no contará los pecados,
tendrá en cuenta el deseo y el esfuerzo para salir de el, por eso, no debéis
ser perezosos en lo que a las cosas de Dios se refiere y, tenéis que confesar y poner los medios para
evitar las ocasiones de pecar y para fortaleceros en no caer.
Hijos,
a un drogadicto le quitaríais todo aquello que suponga droga para él y ocasión
de caer, pues lo mismo tenéis que hacer vosotros, quitaros las circunstancias
que os puedan favorecer la caída y evitarlas encarecidamente, porque Mi Padre Celestial
que es también el vuestro no os negará la gracia para vencer cualquier batalla
por escarnecida que sea contra el pecado, y sin bien Mi enemigo mortal no os
dejará, tampoco os dejará Mi Padre Eterno cuyo poder y amor son inconmensurables.
Yo, Jesús, os hablo y os instruyo. Doy Mi bendición a todo aquel que leyendo
este mensaje lo cree y lo pone en práctica.