Pedid hijos, pedid constantemente que os de la gracia de la salvación
eterna, porque si pedís, trabajo, salud, éxito en vuestras empresas y no pedís
la salvación del alma, no habéis entendido ni Mi venida ni el Evangelio. Yo,
Jesús, os hablo.
Si os dirigís a Mí a pedirme cosas para vuestra vida y eso significa que creéis
en Mi poder y bondad y, no Me pedís nada para vuestra alma, entonces hijos,
vuestro entendimiento en las cosas de Dios es muy corto y precario, porque
también los paganos a dioses que no existen piden dones y ayuda para sus vidas.
Yo, Jesús, os hablo.
Por eso pedid los dones de Mi Santo Espíritu para que El os guie y os haga
entender que es lo que debéis pedir y como (Rom 8, 26), porque hijos, hasta lo
más elemental en las cosas de Dios se os tiene que enseñar. Yo, Jesús, os
hablo.
Si lo que pedís para vuestras vidas, trabajo, salud o éxito en las empresas
os aprovecha para santificaros y sobre todo a salvaros, yo no os lo negaré,
pero si os concedo el éxito en la empresa y luego hacéis fraudes o evadáis
impuestos ¿debo concedéroslo? Si Me pedís salud y esa salud la empleáis en
darle más deleites pecaminosos al cuerpo y nada absolutamente nada al alma que
es inmortal ¿debo concedéroslo?
Así pues hijos, pedid que todo lo que tenéis en la vida sea bienestar o
adversidad, sea llevadero o no, os sirva para salvar vuestra alma que es
inmortal y no se extinguirá nunca, ni en esta vida ni en la otra. Yo, Jesús, os
hablo.
Fugaz es vuestra vida terrenal y mas fugaz aun vuestra juventud, y sin embargo, ¡como os apegáis a ella! ¡Como!
Pocos reflexionáis sobre su inminente fin, ni siquiera los ancianos lo hacen, a
pesar de su avanzada edad, así pues hijos, pedid que os sea otorgado el don de
la salvación eterna porque sin Mi no podríais conseguirlo y poned lo poco o
mucho que este en vuestra mano, para que gocemos juntos en la eternidad de la
felicidad eterna que nunca se termina. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo.