Hijos Míos, vuestras aflicciones aceptadas y ofrecidas también son
material de oración que Mi divino Hijo aplica a las almas, porque hijos todo lo
que se ofrece a Dios de corazón, todo vale para el bien de la Iglesia y de todos
los miembros que la componen. Yo, María Vuestra Madre, os hablo.
Poso Mi mirada en este Planeta y veo muchas, muchas aflicciones por todas
las partes. Veo madres que lloran, hijos que sufren, esposos desalentados y
familias enteras soportando grandes amarguras. Hijos, Mi Corazón Inmaculado se
conmueve ante tanta desgracia, pero eso no es nada comparado con lo que veo por
otros puntos del Planeta. Almas que han renegado de Dios, almas que les invade
el odio y el rencor, muchos esclavos de la concupiscencia, moribundos que no
quieren volver su rostro a Dios, sacerdotes corruptos y muy contaminados de las
cosas del mundo, y esto hijos, es mucho más doloroso que todas vuestras
desgracias y problemas por graves que sean. Porque el mal mata y lleva a la
perdición eterna a miríadas de almas que no quieren responder a la gracia de
Dios, pero el bien edifica, salva, sirve para ayudar a otras almas aunque
vosotros hijos no sepáis a quienes, que ya lo sabréis en la eternidad. El bien
tiene repercusión eterna, por eso Dios permite en vosotros que le sois fieles, aflicciones y sinsabores, porque ellas
salvan y redimen a los pecadores, pero el que ha dado la espalda a Dios, por
ese es por lo el que más hay que rezar y sacrificarse.
¡Oh hijos! ¡Qué grande fue Mi sufrimiento cuando supe de la traición de
Judas, que dolor para Mi Corazón y para Mi Hijo! Por eso con vuestras aflicciones, lágrimas, penas y amarguras, (aceptadas) estáis ayudando a otras almas a salvarse y a que la
gracia de Dios le haga más pronto efecto. Yo, María Vuestra Madre, os hablo.