Hijos Míos, un día más que
Me comunico con vosotros y un día más que espero que seáis vosotros quienes os
comuniquéis Conmigo. Yo, Jesús, os hablo.
Soy el Gran Olvidado,
incluso dentro del clero. Nadie tiene tiempo para acompañarme en la soledad del
Sagrario y resarcirme de tanta inmundicia. Venís a Mí cuando necesitáis que os
ayude en algo, pero muy pocos lo hacéis cuando Yo necesito que Me deis consuelo y compañía. Hijos, todo lo que
no Me deis en la Tierra, lo perdéis luego en el Cielo, porque Yo pago con
creces y abundantemente cualquier acto de amor que Me hagáis. Yo, Jesús, os
hablo.
Si amarais así a vuestros
seres queridos, solo egoístamente, u os amaran así ellos, os quejaríais y os
frustraríais. Necesito almas que ardan de amor por Mí y que Me lo demuestren,
porque el amor hay que demostrarlo y se tiene que traducir en obras. Yo, Jesús,
os hablo.
Sé que estáis muy ocupados
y que tenéis el tiempo muy pillado en otros menesteres, pero 15 minutos, 20,
cualquiera lo puede emplear en Mí, porque para ver la televisión tenéis todo el
tiempo necesario y ahí no escatimáis. Yo, Jesús, os hablo.
Necesito almas de Sagrario,
almas consoladoras, necesito sacerdotes que Me pongan el primero en sus vidas,
necesito obispos que sepan decir basta a su trabajo ministerial y lo dejen para
otro día y vengan a Mi Sagrario a darme su tiempo, su confianza y su amor. ¡Ah hijos! Vosotros mismos Me atáis las manos
y Me impedís que Me derrame en gracias en vuestras almas. ¡Tengo tanto que dar!
y Me frenáis con vuestra mezquindad y tacañería en darme amor. Yo, Jesús, os
hablo.
Venid hijos de Mi divino
Corazón a consolarme, a repararme de la frialdad del mundo. Venid a darme amor
y alabanza, que tenéis tiempo para todo menos para Mí. Si, hijos, sí, no Me
tengáis tan olvidado, tan alejado de vuestros planes. Contad Conmigo para todo
y poned en Mis manos vuestros asuntos. Yo, Jesús, os hablo. Paz a todo aquel
que leyendo este mensaje lo cree y lo pone en práctica.