Anteriormente a Mi venida, todos deseaban Mi nacimiento, porque sabían
y creían que Yo sería quien salvaría al mundo. Yo, Jesús, os hablo.
Los profetas y patriarcas predicaban sobre Mí y quienes creían en
ellos ya se disponían a la salvación, porque sin verme, ni oírme, creían lo que
se les anunciaba de parte de Dios. Después vine a la Tierra y muchos no Me
reconocieron, y muchos no solo no Me aceptaron, sino que Me rechazaron, porque
esperaban un Mesías con poder político que los vengara a ellos de la opresión
que muchos tenían con los romanos. Pero he aquí que aparecí como un hombre
normal, hijo de un carpintero y una humilde mujer, y a la gente se le eclipsó
la mente por Mi apariencia y por Mi linaje, y sin embargo, Yo era Dios.
Y aunque hice muchas obras que testificaban Mi condición divina, ni
por eso creyeron en Mí, porque la soberbia cegaba los corazones y las mentes de
muchos, en ese tiempo. Yo, Jesús, os hablo
Hoy día con Mis instrumentos y auténticos
servidores, pasa lo mismo. Los desprecian y los atacan y no creen en ellos por
su apariencia humilde y sencilla, por su trato normal sin nada extraordinario,
y es que no se ve en ellos lo extraordinario porque está interiormente, solo a
la vista de Dios.
Pero Yo os digo de nuevo, que por sus frutos los conoceréis.
Porque quien vive en comunión Conmigo y en Mis santas leyes divinas, por fuerza
tiene que dar frutos de santidad, no hay contradicción entre las obras santas y
los buenos frutos. Pero aun así, muchísimos no creen en ellos. No creen en esos
sacerdotes que son otros “cristos” que sufren y padecen toda su vida. En eso
obispos que son como Yo quiero que sean, auténticos apóstoles Míos, en eso
instrumentos que reciben Mis palabras y las dan a conocer y se las rechazan,
las critican y las desmerecen. Por tanto, hijos, abrid vuestros corazones y
vuestras mentes a estas personas que Me son fieles hasta en el más pequeño
detalle, que aunque vosotros no lo advertís son otros “cristos” y desean lo que
Yo deseo, y me dan gloria desde que se levantan hasta que se acuestan. Yo,
Jesús, os hablo.