Hijos Míos, amaos unos a otros como Yo os he amado,
es decir, que vuestro amor sea auténtico,
generoso, servicial y humilde. Yo, Jesús, os hablo.
Cuanto Me disgusta
que entre personas que caminan en una misma dirección haya “tiras y aflojas”, y
se cree malestar, porque eso no viene de Mí. Cada cual debe revisarse en que
falla y de donde le vienen esos enojos que tanto molestan al prójimo y a Mí
mismo. No soportáis nada del hermano, lo queréis perfecto y eso en esta vida no
se consigue, ni siquiera aunque llegue a santo, porque perfectos solo fui Yo y
Mi Santa Madre. Por tanto, soportaos mutuamente los defectos, las reacciones
propias del carácter ¿no os dais cuenta que alegráis al enemigo mortal de las
almas?
Sed humildes y
callad cuando desearíais hablar y reprochar, que Yo hijos, tuve que callar y
soportar mucho, y ya veis que encima pedí perdón por Mis verdugos. Yo, Jesús,
os hablo.
Hijos Míos,
aprended de Mi mansedumbre y tratad de imitarme. No os creáis mejores que
otros, que Yo tengo que sufrir vuestros defectos en Mi Corazón, que a veces
tanto Me disgustan. Si sabéis que algo os va a provocar la ira, evitad la
situación, y si se produce callad unos momentos antes de entrar en ese juego
maléfico que tanto Nos disgusta a Mi Madre y a Mí. No creáis que siempre tenéis
razón, porque no siempre la tenéis, pero si la tuvierais, ofrecedme la renuncia
de vuestra voluntad y habréis ganado mucho en méritos y corona. Yo, Jesús, os
hablo.
Confesaos
asiduamente y haced propósito de enmienda. Si os confesáis y seguís igual, tenéis
que revisar esas confesiones que no os cambian, por tanto, hijos, sed humildes
y veraces y no os engañéis, porque es perder el tiempo. Yo, Jesús, os hablo.