Santo,
Santo, Santo,
es el Señor Dios de los Ejércitos. Yo, Jesús, os hablo.
Hijos Míos, Me es de mucho
agrado quien a menudo Me alaba en sus quehaceres cotidianos y junto con los
coros angélicos Me llama tres veces Santo. Yo, Jesús, os hablo.
Cuando alguien se dirige a su
Creador y Redentor para alabarlo de corazón, esa oración llega directamente al
Cielo y se convierte en lluvia beneficiosa para las almas y para Mi Cuerpo
Místico, porque todo el que alaba y reconoce a su Dios y sabe que El es grande, sabio y poderoso, y lo proclama,
aunque sea en soledad, la oración llega al Cielo y todos los Ángeles y bienaventurados
la oyen y la celebran, porque la misma, se une a sus alabanzas celestiales. Yo,
Jesús, os hablo.
Así, Mi Santa Madre en su vida
terrenal, alabó a Dios Altísimo desde su tierna infancia y continuamente. Todos
los momentos de su existencia fueron para el Poderoso un sinfín de alabanzas y
acciones de gracias, y la que aparentemente parecía su vida normal y sencilla
sin acciones externas, su interior era un volcán de fuego amoroso hacia
Dios y sus contemporáneos, y su paso por
la Tierra fue una abundancia de frutos y bendiciones para sus contemporáneos.
Yo, Jesús, os hablo.
No todos están llamados a la
vida de acción, aunque todos debéis ser apóstoles de una forma u otra. No todos
podéis ser un San Francisco Javier, pero todos podéis imitar a Mi Santa Madre,
e interiormente alabarme y glorificarme por todo los beneficios que os di y que
os doy contantemente. Y si estáis en momentos de pruebas muy dolorosas, pensad
que Mi Santo Espíritu trabaja en vuestras almas para quitar de las mismas los
apegos y malos hábitos que tangáis, y transformarlos en gloria a Dios y frutos
para las almas. Esto no lo veis, pero debéis de creerlo, porque los
sufrimientos aceptados y ofrecidos de corazón, con fe y amor, son una fuente
riquísima de gracias para las almas, no solo para las vuestras. Yo, Jesús, os
hablo.
Paz
a todo aquel que cree en este mensaje y lo pone en práctica.