Hijos Míos. ¡Cuántas y cuántas almas! sufren
incesantemente toda clase de
vejaciones, injusticias, tentaciones, suicidios y un sinfín de penas y
dolores que desconocéis y que ante Mi vista están. Yo, Jesús, os hablo.
Yo os pido que cumpláis bien vuestros deberes de estado, de profesión, de hijos de Dios y de miembros de la Iglesia, porque si los cumplís bien y lo hacéis sabiendo que Yo os miro constantemente, ese buen cumplimiento y esas acciones bajo Mi mirada, ayudan a los miembros de la Iglesia que sufren y padecen toda clase de pruebas, incluidos los niños. Yo, Jesús, os hablo.
El bien y el mal son extensibles al Cuerpo Místico. Un bien que se haga repercute en el Cuerpo Místico que es la Iglesia, y lo mismo un mal. De ahí, que ese mal que hacéis no solo es dañino para vuestras almas, sino que es un bien que omitís en el Cuerpo Místico y del que también se os pedirá cuentas. Aunque pequéis a solas sin que nadie os vea, ¡Yo os veo! Y con gran dolor tengo que contemplar el camino engañoso que habéis escogido buscando en ese camino una felicidad falsa y engañosa. Hijos, si os cuesta la pureza, si os cuesta la honradez en el trabajo, el cumplimiento de vuestro deber, acudid a Mi Santa Madre para que os ayude, y después id a confesar cuantas veces hagan falta, que la confesión vence la tentación si se hace en las debidas disposiciones de sinceridad, humildad y propósito de enmienda. Yo, Jesús, os hablo.
Yo fui hombre también y conozco muy bien vuestras flaquezas, por eso, porque sois débiles para alzar el vuelo, acudid a vuestra Madre y Ella os ayudará. Y porque sois flacos y necesitáis haceros fuertes como robles, tenéis que practicar más los sacramentos y la oración, que se os han dado para que no caigáis en tentación. Yo, Jesús, os hablo.
Perseverad en vuestros compromisos espirituales, buscad un guía espiritual y cumplid con vuestros deberes de estado y profesión a la perfección, que no tenga que decir de vosotros que Me honráis de palabra pero no de obra. Por tanto, hijos, sed honestos en privado y en público. Santos, a solas o ante multitudes. Humildes ante Mí y ante vosotros mismos, sin disculparos por vuestras caídas que son más asiduas de lo que quisierais. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo pone en práctica
Yo os pido que cumpláis bien vuestros deberes de estado, de profesión, de hijos de Dios y de miembros de la Iglesia, porque si los cumplís bien y lo hacéis sabiendo que Yo os miro constantemente, ese buen cumplimiento y esas acciones bajo Mi mirada, ayudan a los miembros de la Iglesia que sufren y padecen toda clase de pruebas, incluidos los niños. Yo, Jesús, os hablo.
El bien y el mal son extensibles al Cuerpo Místico. Un bien que se haga repercute en el Cuerpo Místico que es la Iglesia, y lo mismo un mal. De ahí, que ese mal que hacéis no solo es dañino para vuestras almas, sino que es un bien que omitís en el Cuerpo Místico y del que también se os pedirá cuentas. Aunque pequéis a solas sin que nadie os vea, ¡Yo os veo! Y con gran dolor tengo que contemplar el camino engañoso que habéis escogido buscando en ese camino una felicidad falsa y engañosa. Hijos, si os cuesta la pureza, si os cuesta la honradez en el trabajo, el cumplimiento de vuestro deber, acudid a Mi Santa Madre para que os ayude, y después id a confesar cuantas veces hagan falta, que la confesión vence la tentación si se hace en las debidas disposiciones de sinceridad, humildad y propósito de enmienda. Yo, Jesús, os hablo.
Yo fui hombre también y conozco muy bien vuestras flaquezas, por eso, porque sois débiles para alzar el vuelo, acudid a vuestra Madre y Ella os ayudará. Y porque sois flacos y necesitáis haceros fuertes como robles, tenéis que practicar más los sacramentos y la oración, que se os han dado para que no caigáis en tentación. Yo, Jesús, os hablo.
Perseverad en vuestros compromisos espirituales, buscad un guía espiritual y cumplid con vuestros deberes de estado y profesión a la perfección, que no tenga que decir de vosotros que Me honráis de palabra pero no de obra. Por tanto, hijos, sed honestos en privado y en público. Santos, a solas o ante multitudes. Humildes ante Mí y ante vosotros mismos, sin disculparos por vuestras caídas que son más asiduas de lo que quisierais. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo pone en práctica