Hijos Míos, llega ya la celebración de Pentecostés, día en que honráis
a Mi Santo Espíritu. Yo, Jesús, os hablo.
Hijos, sed santos tal y como Mi Santo Espíritu os hace sentir, porque
una cosa es la santidad que vosotros practicáis muy pobre y trivial, y otra la
que Mi Santo Espíritu os ilumina y que escasamente la emprendéis. Yo, Jesús, os
hablo.
Dejaros guiar por Mi Santo Espíritu en todos los terrenos, en el
familiar, en el profesional, en el espiritual y en el personal. El busca lo
mejor para vosotros y para que crezcáis en méritos en vuestras almas, porque
hijos, vuestros méritos son muy pobres y os falta mucho amor a Dios. Yo, Jesús,
os hablo.
No es la santidad moverse mucho y hacer muchas diligencias, aunque
sean espirituales, hijos, la santidad es aceptar en todo momento la voluntad de
Dios aunque no os podáis mover. Hay quienes están paralizados en una cama o en silla
de ruedas, de inmensos valores y preparación que no pueden poner en práctica. Pero
si Yo he querido tenerlos así, “atados”
sin que puedan disponer de sus talentos, así es como son fructíferos, más que
si hicieran otras cosas. Yo, Jesús, os hablo.
Pedid cada día y sobre todo en cada acción que emprendáis, la luz de
Mi Santo Espíritu. Que sea una oración persistente invocarlo constantemente, no
rutinariamente, sino convencidos de que Él os asistirá si lo llamáis. Yo,
Jesús, os hablo.
Que seáis hijos de la luz, que seáis almas iluminadas, que se vea en
vosotros la acción de Mi Santo Espíritu en cada palabra y gestión que
emprendáis, porque hijos, en esta vida estáis para hacer la voluntad divina y
no la vuestra. Por tanto, esforzaos en vivir la unión con la Santísima Trinidad
en todo lo que hagáis. Yo, Jesús, os hablo. Paz a todo aquel que leyendo este
mensaje lo cree y lo pone en práctica.