Que
doloroso es para el Cielo, para vuestros santos patronos o santos de vuestra devoción
y para vuestros Ángeles custodios, ver que en tantas y tantas almas es inútil
el llamado a la gracia. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Ni un
solo instante cesa Mi acción para que al alma que vive en pecado vuelva a la
vida de la gracia, pero en tantas y tantas ocasiones Mi acción se ve nula por
las malas disposiciones de las almas. Y así, van sucediendo los años, los
meses, los días y las horas, y las almas siguen anegadas en su propia
inmundicia y débiles para salir de ella. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Que
doloroso es para vuestra Madre amantísima ver que la Sangre del Cordero
Inmaculado no es provechosa para muchos pecadores, no porque su poder no borre
el pecado, sino porque el pecador no quiere salir de su situación, y así, hay
quienes se salvan por muy poco y otros ni siquiera se salvan porque ni aun a última
hora quisieron pedir perdón. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Todos
nuestros mensajes tienen la misma finalidad, moveros a la conversión, a la vida
de la gracia, a los sacramentos, al fervor que tuvisteis un día, pero es
trágico, calamitoso, ver el efecto nulo de las intervenciones del Cielo en
cantidad de almas, que no quieren para nada la comunión con Dios. Yo, Espíritu
de Dios, os hablo.
Esto va
también para los sacerdotes que algunos han hecho de su ministerio una cloaca
de pecados a cual más aberrante y luego celebran la Santa Misa como si tuvieran
una vida intachable de servicio y entrega a Dios. Pero os advierto hijos de
Dios y sacerdotes corruptos, la justicia de Dios se hará notar y no escapareis
al castigo que merezcáis, porque no solo no atraéis a las almas a Dios sino que
la vuestra está contaminada e infectada de toda clase de pecados y obscenidades. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Paz a
todo aquel que lee y cree estos mensajes y si los mismos os horrorizan acudid a
María Santísima que es refugio de pecadores, Madre de la Iglesia y de todas las almas,
también de los sacerdotes aunque sean pecadores. Yo, Espíritu de Dios, os hablo
y os instruyo.