Hijos Míos,
quien honra a Mi Madre Me honra a MÍ y honra a la Santísima Trinidad y no hay
nada que nos sea más acepto a la Trinidad Santísima que ser honrado por medio
de la Virgen María. Yo, Jesús, os hablo.
María es
nuestra obra más perfecta, es el culmen de la santidad, por encima de Ella solo
está Dios, no hay criatura alguna que la supere ni terrenal ni celestial, y por
eso quien honra y venera a María, lo
hace a toda la Trinidad Santa. Pero honrar a María no es solo tenerle devoción
y rezarle el Rosario, cosas que Nos agradan, es también imitarla en todas Sus
virtudes, que si bien nunca alcanzareis a llegar a la plenitud y grado heroico de Ella, cuanto
más la imitéis más cerca estáis de Ella y de Nosotros, la Santísima Trinidad.
Yo, Jesús, os hablo.
No hay un
santo (canonizado), ni uno solo en el Cielo, que no haya honrado a Mi Santísima
Madre, porque Mi Espíritu divino trata de comunicar luz y sabiduría hacia este
personaje único e irrepetible que nunca jamás nadie la igualará. Por eso, la
santidad consiste también en comprender la grandeza de Mi Madre, honrarla, imitarla y proclamarla, porque
Ella no es solo Madre del Verbo de Dios, sino también Madre de la Iglesia, Madre
de las almas, y Madre de misericordia para con los pecadores. Yo, Jesús, os hablo.
Leed hijos,
leed cosas de Mi Santa Madre, leed y meditad sobre Su vida, sobre Su unión Conmigo,
sobre Su paso por la Tierra y sobre la Iglesia naciente en la venida de Mi Espíritu
Santo en Pentecostés, donde Ella reunió a los Apóstoles y demás discípulos para
iniciar la nueva Iglesia. Si hijos, leed sobre Ella, emplead vuestro tiempo en
esas lecturas, que Yo, os lo pagaré con creces. Alimentaos de la vida de Mi Santa
Madre. Cuantos santos como San Bernardo han sido inspirados para hablar de Ella
con el respeto y la veneración que se merece. Leed sobre Ella y sobre San José,
Su castísimo esposo, y empapaos bien de la vida de ellos que tanto Me agradó y
que tanto Nos glorificaron. Yo, Jesús, os hablo.
En la
vida de mi Santa Madre Yo estaba con Ella, siempre unidos desde que Me
concibió. No hubo un momento, ni un instante por ínfimo que fuera, que no Me
tuviera siempre en Su pensamiento y en sus acciones. Ella Me amaba como a Su Hijo
pero también Me reconocía como a Su Dios y esto no se le olvidó ni un solo instante.
Y vosotros tratáis a Dios con tanta familiaridad que roza lo soez, lo burdo, lo irrespetuoso, porque os olvidáis muy pronto
de Su infinita majestad y no la consideráis. Por tanto hijos, leed y amad a Mi
Santa Madre y vuestra, y veréis como vuestra vida espiritual crece en calidad y en cantidad. Yo, Jesús, os hablo
y os instruyo. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo pone en práctica.