Es cierto, hijos de Dios, que Mi gracia jamás os falta, porque si no os la diera seria culpable de quienes se condenan, pero vosotros, debéis colaborar con Mi gracia y poner vuestra voluntad y empeño para salvaros, y Yo, Espíritu de Dios, supliré vuestras limitaciones y flaquezas, pero la voluntad de querer salvaros y la colaboración que os corresponda, debéis ponerla, o seréis culpables de omisión y os dejareis escapar el Cielo Eterno. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
La Santísima Trinidad desea que os salvéis todas
las almas, pero muchas, muchísimas se condenan porque no colaboraron con Dios
en su salvación. Creen que Dios lo tiene que hacer todo y ellos beneficiarse
sin ningun esfuerzo por su parte. No, almas, no, debéis colaborar, confesar los
pecados y erradicarlos os lo subrayo porque eso es muy importante.
El rencor, odio o resentimiento que guardáis a
familiares o amigos, es veneno mortal para salvaros, es como un tapón que os
impide que Mi gracia penetre, por eso
hijos de Dios, empezad por perdonad una y otra vez, olvidando el mal que os
hicieron y devolviendo bien por mal. Eso ya es un paso importantísimo para
dejar al alma preparada para que Mi gracia os impregne. Aquellos a los que la
castidad les cueste y no puedan con ella, que no fomenten sus deseos deshonestos
viendo películas obscenas o revistas indecentes, por tanto, evitad todo aquello
que es ponzoña para el alma, porque evitándolo, os predisponéis a que Mi gracia
os haga efecto. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
A quienes les cueste vencer las bebidas con alcohol,
la droga, la ira, que no se ponga en situación de caer en esos pecados, porque cuando
se cae una vez se predispone a caer más
veces en el mismo pecado, y aquellas malas tendencias que trae ese pecado y que
estaban dormidas, se despiertan para atacar al alma. Por tanto hijos, prevenid
el pecado porque quitar las ocasiones de pecar es algo muy sabio, pues si no
las quitáis se os juzgará por ello. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os
instruyo. Paz a todo el que ponga de su parte los medios necesarios para no volver
a pecar. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.