Hijos Míos, ¿quién no teme que se le
haga un juicio? Un juicio es algo que todo el mundo teme porque sabe que si son
culpables tendrán que pagar con un castigo. Yo, Jesús, os hablo.
Y para el juicio os buscáis testigos
que os avalen y abogados que os defiendan, pues bien, un juicio terrenal no
deja de ser una cosa pasajera, aunque el castigo sea perpetuo. Pero el juicio
de Dios es temible, porque sus castigos son eternos y nunca, nunca tendrán fin.
Yo, Jesús, os hablo.
Que no perezcamos en el juicio temible rezáis a Mi Arcángel Miguel. Sí,
hijos, sí, buscaros abogados y protectores espirituales como él y presentad
testigos para vuestra defensa. Ningún testigo mejor que las obras de misericordia y de amor, por
ellas he perdonado a muchas almas de un castigo eterno. Yo, Jesús, os hablo.
Haced obras de amor, de
misericordia, de perdón, porque ellas os acreditaran en el juicio de Dios. Bien claro está en el Evangelio, tuve hambre y Me disteis de comer, tuve sed
y Me disteis de beber, estaba desnudo y Me vestisteis (Mt 25, 35-36). Por
tanto, no creáis que vuestra elocuencia será la que os avale, sino vuestro amor,
y si además os buscáis abogados como San Miguel Arcángel o San José y sobre
todo Mi Santa Madre, vuestro juicio no será temible y Mi misericordia os
alcanzará. Así pues hijos, sed caritativos sin medida con vuestro prójimo,
haciendo por él lo que os gustaría que hicieran por vosotros, perdonándole las
faltas, disculpándole en los fallos, pues con la misma medida que lo juzguéis, así
seréis juzgados vosotros (Lc 6,38).
Trazad un plan espiritual donde
tenga preferencia el amor a Dios y después el amor al prójimo, y no un plan
donde preferentemente estéis vosotros, porque Yo no Me olvidaré de quien no se
olvide de sus hermanos en Dios. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo. Paz a todo
aquel que leyendo este mensaje lo cree y lo pone en práctica.