Hijos Míos
de Mi Divino Corazón, Soy Jesús el que os ama, el que murió por vosotros y lo volvería
a hacer cuantas veces fuera necesario. Yo, Jesús, os hablo.
Sé que
muchos de vosotros, ¡muchos! estáis sufriendo por la situación de la Iglesia,
de la sociedad, del mundo entero, en especial muchos sacerdotes padecen pesares
y amarguras al ver sus parroquias tan contaminadas de sus feligreses por modas
obscenas, por criterios mundanos, por comuniones sacrílegas, y aunque ellos
quieren hacer algo y poner freno a tanto mal, ya su influencia no puede frenar
esta avalancha de mal que se ha metido en lo más sagrado. Yo, Jesús, os hablo.
Pero
hijos, hijos Míos sacerdotes o no, Yo veo vuestras lágrimas y vuestros insomnios,
oigo vuestras peticiones y ofrecimientos por el bien de la Iglesia, lo veo y lo
oigo todo, porque estoy dentro de vuestros corazones y siento lo mismo que vosotros
sentís, ese pesar por los feligreses tan descarriados algunos y sin querer
enmendarse a pesar de vuestros esfuerzos. Sirva de consuelo el deciros que no
se pierde nada de lo que hacéis de corazón, de lo que hacéis por amor a Mí y
por Mi gloria. Aparentemente parece que os ignoro, pero no hijos, no, Yo no os
ignoro y estoy a vuestro lado sosteniéndoos para que no sucumbáis al desánimo y
no os hunda la amargura y el dolor de ver tanta indiferencia en vuestro
entorno.
Adolescentes
que abortan y se quedan tan tranquilas. Padres que lo saben y lo pasan por alto.
Jovencitos promiscuos sin ningún valor sobrenatural, animalizados en lenguajes
y costumbres. Matrimonios que se rompen tan fácilmente porque no se aguantan ni
un poco, y devociones rutinarias que no aprovechan a nadie porque quienes las
practican tienen el alma llena de carroña que no quieren erradicar y que va
creciendo porque no la eliminan. Sí, hijos sí, Yo lo veo todo y os veo a
vosotros padecer por tanto mal. Yo, Jesús, os hablo.
Rezad con
el corazón y como lo haría Mi Madre por todo esto. Ofreceros y ofreced
sacrificios, mortificaciones que os cuesten, para que Yo las emplee en el bien
de las almas. Rezad hijos, rezad por los pecadores tal y como os pidió Mi Santa
Madre en Fátima y no os canséis de rezar. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo.
Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo cree y lo pone en práctica.