Hijos
de Dios, Yo Soy el Santo Espíritu de Dios que cubre con su sombra las entrañas
de la Tierra, y Me poso en todo aquel que ama a Dios y lo sirve y le es fiel
por encima de todas la cosas. Yo, Espíritu de Dios, hablo.
Buscad,
almas, las metas del Cielo y olvidaos de las de la Tierra. Todo aquel que
busque las cosas del Cielo obtendrá también las de la Tierra para mejor servir
a Dios y hacer Su voluntad. Yo, Espíritu de Dios, os hablo. Pero vosotros,
almas de Dios, lo hacéis al revés, buscáis al Cielo para conseguir las cosas de
la Tierra, por eso, así os va de mal en tantos y tantos asuntos, porque solo pensáis
en lo terrenal, en lo efímero y caduco. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
¿Quien
se acerca a Dios para pedirle Mis dones? ¿Quién ora para pedir los dones que Yo
otorgo y que deseo dar a las almas de buena voluntad? Pocos, poquísimos -comparados
con las multitudes que existen en la Tierra- vienen a orar para pedir que Yo,
Espíritu de Dios, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, les de Mis siete
sagrados dones. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Hoy Me
celebráis y Me nombráis. Hoy compartís la alegría de este día con otros
hermanos que también creen en Mí, pero que pronto se os pasa Pentecostés, que
pronto Me olvidáis por cosas y asuntos terrenales, y apenas ha pasado este gran
día, cuando ya estáis pensando en playas y vacaciones. ¡Que poco y que mal Me
dais almas de Dios! y aun os creéis buenos por esa insignificancia que recibo.
Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Si
supierais el don tan grande que es pedir el Espíritu Santo no pasaría ni un
solo día que no lo pidiereis, y puede
que no pasase ni un solo instante que no lo hiciereis. Hijos de Dios, buscad el
Cielo y sus asuntos. Buscad la gloria de Dios por encima de todo lo demás, aun
incluso por encima de vuestra salvación eterna, porque quien glorifica a Dios,
quien lo ama de verdad, tiene como consecuencia ganada la salvación eterna. Yo,
Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo.