Hijos Míos, es incomprensible que seáis tan cerrados de
mente y duros de corazón. Yo, Jesús, os hablo.
Os hablo movido por Mi deseo de que os salvéis. Os
demuestro Mi amor y misericordia, y todo, todo os resbala y pasáis indiferentemente
de Mí. Yo, Jesús, os hablo.
Pero os advierto que llegará el día en que lamentareis
tanta insensatez, porque cuando no podáis entrar en el Cielo por vuestras malas
acciones y pecados, lamentareis eternamente no haber escuchado Mi voz. Yo,
Jesús, os hablo.
Os reis de Mis enseñanzas y las llamáis rancias,
obsoletas. Os reis de Mis devociones y decís que son para las ancianas. Pero
hijos, habéis perdido de tal forma el norte que ya no sabéis ni por donde vais,
y vais directos al abismo eterno, vosotros y vuestros hijos a quienes educáis
en vuestros criterios y en vuestra apostasía. Yo, Jesús, os hablo.
Mientras hay vida hay esperanza y podéis enmendaros.
¿Para que leéis muchos de vosotros estos mensajes si no para criticarlos? Ellos
mismos os acusaran el día del juicio, porque
tendréis un juicio muy severo, vosotros que tenéis tantos medios para
poderos salvar y para vivir en santidad. Yo, Jesús, os hablo.
Vuestros Ángeles están apenados por los malos pasos que
dais. Ellos desean guiaros por las sendas del bien pero para vosotros no hay más
oídos que para vuestro cuerpo, ni más bien que vuestro amor propio, ese egoísmo
que tan mal consejero es, porque una y otra vez
os dicen: Diviértete que la vida
son cuatro días y debes aprovecharla al máximo. Yo, Jesús, os hablo.
Pues bien, Yo seguiré enviando mensajes, dándoos una y
otra vez toques de atención, pero cada vez que los ignoréis y hasta os moféis,
os adentráis aun más profundamente en el abismo insondable del castigo eterno.
Yo, Jesús, os hablo y os instruyo. Paz a todo aquel que leyendo este mensaje lo
cree y lo pone en práctica.